Natalia Arcos 2010

NATALIA ARCOS, (2010)
«La traición a la representación realista del mundo visible es en Daphne Anastassiou, el motor explorador del subconciente, el que la hace reventar también la superficie del cuadro.»

Natalia Arcos
Pintura en trance continuo.
1.- Apenas la encontré por primera vez, supe que Daphne Anastassiou era una exploradora. Corresponde a la categoría de seres humanos que prefieren adentrarse en lo desconocido más que a construir, negociar o medir. «Traicionan», como dice un personaje de Milan Kundera en la Insoportable Levedad del Ser, porque abandonan lo conocido por ir hacia lo desconocido.

2.- La traición al mundo aprehensible es, entonces, el motor del dinamismo explorador del subconsciente que la hace reventar también la superficie del cuadro. Me recuerda a Matta en sus referencias antropomorfas, en esas convulsiones y torbellinos, transparencias y opacidades, esas «morfologías sicológicas» que responden a una composición trance, donde los paisajes interiores emergen inquietantes e incómodos.

3.- Porque la de ella no es una pintura simplemente «bella». Ni menos decorativa. Que a nadie le confunda el colorismo. Por algo estamos escribiendo y pensándola. El conjunto de su obra se me aparece como un solo corpus continuo, un canal abierto hacia una esfera mayor, una apertura muy concentrada, muy fluida, llena de comunicación: uno tras otro, sus cuadros se suceden como capas enriquecedoras del mismo mensaje. Pero no solo está ligada a la luz universal; es más, me parece que el suyo es un trabajo cuya raíz es absolutamente corporal.

4.- No la he visto trabajando en su taller; sin embargo, sé que su cuerpo entero está en cada cuadro. Percibimos su estado meditativo porque sus pinturas son caos abiertos encuadrados (nunca mejor dicho) en un sentido lógico. «Aterriza» eso que llamamos emociones. Pero qué son las emociones? Son golpes bajos, fuerzas atrayentes, sacudones, pequeñas vibraciones dulces. ¿Por dónde bajan hacia nosotros? Por nuestro cuerpo.

5.- Entonces cada pincelada feroz, cada cándida mancha, cada intenso brochazo, cada línea firme, es su cuerpo contándonos lo que vive. Su mano, su brazo, su hombro, su cabeza, su cuerpo todo se siente allí. Es su cuerpo, sí, percibiendo, es su cuerpo, sí, jugando, es su cuerpo, sí, explorando.

6.- Volvamos a la traición. Daphne abandonó la opción de la representación a la medida del mundo visible que nos rodea: su trabajo sobre la tela es un ejercicio gestual y sicológico intenso, del cual nunca se sabe cómo comenzará ni cómo terminará. Es la plasmación de sensaciones, guiada por la intuición en estado puro. Pero esas imágenes, ¿a nosotros de qué nos sirven? Nos sirven para confirmar que compartimos un sustrato común ante la experiencia humana. Su obra tiene mucho también de las primitivas pinturas rupestres: son testimonios directos de que estamos vivos y necesitamos constatarlo para la posteridad.

7.- Vemos siluetas emergiendo a través de bloques de colores intensos. A veces hay alegría, a veces hay tristeza, a menudo ambas emociones conviven en armonía. Sin ser en absoluto representaciones realistas, sus pinturas sin embargo también pueden pensarse como fotografías, ya que capturan momentos precisos, específicos, como si fueran instantáneas. Y además, si las pensamos como aterrizajes pictóricos de conexiones cósmicas, ¿no son acaso «Dibujos de Luz»?… es decir, «Fotografías»?

8.- Entonces se me ocurre que sus cuadros, uno tras otro, son documentos. Documentos de emociones, de vivencias, de momentos que la gran mayoría entiende como estados cotidianos sin relevancia. Pero Daphne sabe de la grandeza que contiene cada situación, cada coincidencia, cada circunstancia, cada acto como regalo del Universo. Y los documenta en grandes cuadros.

9.- Así que ella no es la de siempre cuando pinta; ella es más Ella que nunca cuando pinta.

Natalia Arcos Salvo
Santiago, Chile, Agosto 2010